Colaboración de Mingos Teixeira, artista plástico e educador.
La violencia contra la mujer abarca diferentes tipos de abusos, desde los más visibles como son los físicos, a los más difíciles de detectar y demostrar, como son los psicológicos. Lo que une a todos ellos es el origen de la fuente: un hombre con un profundo trastorno de personalidad y un grave complejo de inferioridad ante el mundo que le rodea.
Ese “hombre” que ejerce maltrato es tan sólo la punta de un iceberg con una gran base de flotación, y que gracias al desarrollo mental y social del ser humano está condenado a derretirse en el océano del respeto. Al igual que otras muchas costumbres bárbaras que hemos erradicado en nuestro comportamiento, no me cabe duda de que las futuras generaciones se preguntarán cómo sus antepasados podían discriminar y ejercer violencia hacia una persona por razones como el sexo o el color de su piel.
Pero todavía nos queda camino por recorrer, y para este sprint final (además de identificar, repudiar y castigar a los agresores) debemos alimentarnos de la educación en el respeto y la igualdad. Son los niños de hoy en día en los que debemos fijar la mayor parte de nuestros esfuerzos, ya que son ellos los que tienen el futuro ante sí. Y puesto que es en el colegio donde se afianzan los lazos sociales que marcarán su futuro comportamiento, debe ser también allí donde se les enseñe que las personas no se diferencian entre sí por su “forma”, sino por su “fondo”.
Source: 2011-2013
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